Reflexes

REFLEJOS

     ¿Qué cojones miras? Estoy harto de que me analices con la mirada y hagas exactamente lo que yo hago. Si miro a la derecha, tu también desvías tu mirada a la derecha. Si me mantengo firme, tu haces lo mismo. En el fondo creo que te gusto. Te mueres por mis colorados labios. Tan finos ellos. Míralos. Bien, así. ¿Qué te gustaría hacerles? ¿Besarlos? ¿Tocarlos? Seguro que lamerlos, cabrón. También he visto que te fijas en la peca que tengo en la mejilla. Ya sé que es bonita y sensual. Le da un toque de elegancia y encanto a mi cara. Es como una luna que no le teme al sol. Tú tienes una, pero no sé, no es igual. No tiene la misma intensidad. Esta como diluida. 
     El otro día mientras follaba me puse a pensar en que ya era hora de probar cosas nuevas. ¿Tú qué crees? Siempre lo mismo se hace aburrido. 
     Tú sí que has probado cosas, eh. ¿A que sí? ¿Qué es lo que más te ha gustado? ¿Te avergüenzas? Va joder, cuéntame. Me lo imagino, pero no sé hasta qué punto es verdad. ¿Duele? Yo no me vería capaz, y lo sabes.
     Lo que ahora me apetece es comerme un helado de mango con textura de yogurt. Te lo metes en la boca sólido y fresquito. Y al poco rato, dentro de ti, se deshace. Se convierte en líquido y adopta la temperatura del cuerpo. Finalmente lo tragas. Por Dios, con este calor como lo deseo. Sólo hablo yo. Di algo ya. Siempre es igual. Tú calladito y yo hablando. 
     Espérate que se ha puesto una mosca en el flequillo. No te muevas. ¡Qué no te muevas, te he dicho! Te he golpeado y encima no he matado la maldita mosca. ¿Te gusta el dolor? A mi sólo si tiene un propósito. Pero cuando pienso en…, ya sabes quién..., creo que me gusta sufrir. Hacerme el mártir y el dolido. La víctima. No sé hasta qué punto es normal. Cuando estamos juntos lo disfruto al máximo. El otro día nos agarramos de la mano; surgió sin preverlo. Y me excité. Que gracioso que un toque de manos pueda producir más excitación que un beso o cualquier otro contacto físico más atrevido. Ese estrujón me produjo un fuego interior muy frío. Quemaba. Mañana volveremos a vernos. No quiero. Ya te he dicho que ahora mismo lo que me apetece es el helado. No cualquiera sino el de mango. ¿Qué has dicho? ¡Tú sí que sabes! Helado de mango con una hoja de menta. Te gusta lo salvaje, lo sé. Lo auténtico. Una buena mezcla. Bueno…, no sé. Cuando comes un helado no mascas, no muerdes. La menta rompería esa tendencia. Sí, igual que cada vez que me miras así. Me cortas. ¡Qué pares ya! Solo escucha. Sin mirarme, así. ¿Y si me comiera el helado en su mano? A cucharadas lo agarraría. Pero lo mejor sería cuando quedara el líquido sobrante. Si lo lamiese antes que yo me molestaría y le soltaría cuatro carajos. Ya te he dicho que ahora no quiero que nos veamos. Ni mañana. A la mierda. Sólo pienso en el helado. 
     Si no vas a abrir la boca me iré. Encima tengo este grano en la oreja. Serán los nervios, quizás. Siempre me espero que se pongan blancos y entonces los aprieto. Ves, es un dolor que gusta. Sentir como explota. Le pones punto final a una molestia. Y si fuera su grano haría lo mismo. Me controlaría porque sé que no sería adecuado, se extrañaría. Pero me encantaría reventarle un grano, incluso una de esas espinillas que tiene en la nariz. Sí, como las tuyas, pero las tuyas no las toco, qué asco. Ya te las rascaras cuando te bañes. 
     Pensándolo bien, no sé si preferiría comerme un helado en su mano o reventarle un grano. Y si el grano estuviera en la espalda aún me lo pones más difícil. ¿Las dos cosas no pueden ser, no? Lástima. 
     El otro día se me infectó el ojo porque toque un gato callejero y después me rasqué la cara. Suerte que no me viste. Te hubieras asustado. Eso si era asqueroso. 
     Siempre soy yo quien pone punto final a nuestras conversaciones. Podrías tener más carácter, no sé, más iniciativa. 
     Qué no me imites, te he dicho. Me cortas. Joder. La verdad es que me gustas. Más de una vez te he imaginado sin ropa. No sé qué pasaría. ¿Tú qué crees? Normalmente pienso en esto cuando tengo un mal día. Eso me alivia, me calma. Es como si a una vela ardiendo le tiraras de golpe un vaso de limonada. Así me siento, como esa vela toda húmeda. Humedad a limonada. ¿No te apetece un poco de limonada? Podemos jugar a que tú eres mango y yo limonada. ¿Quieres?
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