Me encontraba sentado delante de una mesa desordenada y llena de papeles para empezar la entrevista con el que podría ser mi futuro jefe. Era un despacho sacado de una caricatura: revistas y diarios por todos lados, una papelera a rebosar de pelotas de papel, un ordenador lleno de polvo aparcado en una esquina y todo el caos que usted se pueda imaginar. En resumen, el infierno para un obsesivo compulsivo.
Mis manos sudaban y no paraba de restregármelas contra el pantalón.
Cuando colgó el teléfono y me miró directamente a los ojos, mis nervios y mis angustias cesaron. Era el momento. ¡Fuera las tonterías! ¡Fuera las bromas! El puesto tenía que ser mío.
Buscó por su mesa y, apartando tarjetas de empresarios y clientes, desenterró dos papeles grapados. Era mi currículum vitae.
La introducción fue corta y al instante estábamos ya hablando de mi experiencia laboral. Allí especifiqué los cursos académicos que había asistido pero eso no le llamó la atención. Se centró en preguntarme sobre dos temas específicos: haber sido propietario de una granja de gallinas y haber trabajado en un comedor social en Londres.
Le conté con todo tipo de detalles esos dos hechos y por eso la entrevista se alargó bastante. En mi opinión, se quedó un poco sorprendido; son dos largas y entretenidas aventuras que ya se contará en otro lugar.
A continuación prosiguió con las típicas preguntas cuyas respuestas me tengo más que memorizadas: ¿Por qué consideras que eres el adecuado para este puesto?, ¿Cuáles son tus objetivos a largo plazo?, ¿Cómo te definirías en tres palabras?
Al final, antes de dar por cerrada la entrevista, me dijo: “Señor Agustín, me gustaría preguntarle una cosa que observé en su CV y no entendí. Creo que fue un error tipográfico. ¿Por qué destaca el hecho que sacó un 5 en una asignatura determinada en la universidad?”. Girando mi papel me señaló con su dedo, que parecía acabado de salir de la manicura, la siguiente línea (en color amarillo):
Mi respuesta fue clara y concisa, o al menos eso creo:
“No, señor, no fue un error tipográfico, ni mucho menos. Lo pongo para demostrar que soy humano”.