Maastricht es una ciudad, un nombre y un cúmulo de letras que tendrían que producir un estímulo de familiaridad a cualquier persona, ya sea por temas musicales, históricos o culturales.
Que en Maastricht esté el puente de Sint Servaasbrug, el más antiguo de Holanda, es curioso.
Que Maastricht sea la ciudad natal y de vivienda del mejor violinista del mundo, André Rieu, es inspirador.
Que en Maastricht muriera el verdadero y también ficticio mosquetero D’Artagnan es un dato a considerar y valorar.
No obstante, aunque la historia y la música sirvan para entender y disfrutar del presente, hay dos hechos contemporáneos, relacionados con Maastricht, que son el día a día.
Por un lado, la decisión de crear la Unión Europea, con una moneda única, quedó plasmada en el Tratado de Maastricht que, como el nombre indica, fue firmado en la misma ciudad. De esta forma, todas las noticias que vemos actualmente, ya sean las políticas monetarias del BCE, el Brexit o las decisiones en torno a los refugiados, tuvieron inicio un tal año de 1992 en Maastricht. En otras palabras, y a través de un paralelismo: puedes planear dónde ir de vacaciones, buscar con quién casarte, decidir en qué trabajar o preocuparte de si el Barça ganará la Champions, pero hay que ser conscientes que todo esto deriva gracias al día en que tus padres te engendraron.
Como se puede apreciar, esta ciudad tan pequeña y encantadora del sur de los Países Bajos goza de peculiaridades más que interesantes.
El otro activo de valor de Maastricht puede ser no tan importante como la creación de la Unión Europea o entretenido como las obras de Dumas, pero crea riqueza con el paso del tiempo y es una muestra de que la innovación es la raíz de la jugosa manzana.
La universidad de Maastricht.