Campos verdes

CAMPOS VERDES

Estoy harta de estar rodeada de estas vallas de madera que limitan mi horizonte. Me he pasado toda la infancia en estos campos verdes y prósperos. Es un lugar adecuado para crecer, jugar, alimentarse y prosperar, pero cuando se llega a una edad adulta se convierten en una prisión. 
Llevo viendo los mismos individuos desde que tengo memoria. Conozco a cada uno y somos más una familia que un rebaño. No tenemos la misma sangre pero conocemos los pedigrís y las manías como si lleváramos los mismos genes. 


Cada día es la misma historia: levantarse a la salida del sol y empezar a caminar buscando las zonas más verdes y frescas. A pesar de empezar el día con mucha energía, a las pocas horas te das cuentas que todo progresa de la misma manera: comer, relajarse, comer, dormir un poquito, comer, dar una vuelta recorriendo los limites, comer, y finalmente irse a dormir para una larga y fría noche. Y siempre con la musicalidad de la campanita que llevamos en el cuello. Una música que suena aunque llueva, nieve o haga sol; la única condición que requiere es movimiento.


¿Cómo serán los demás campos? ¿Cómo serán las demás seres? Cada día le doy mil vueltas a estas dos preguntas. Debería encontrar una manera de saltar la valla, pero no es fácil dejar atrás un pasado y una vida ya formada. No saber qué te puedes encontrar me pone las pezuñas en el suelo. ¿Y si los demás son como nosotras? ¿Y si los otros lugares son sólo campos amarillos? ¿Realmente vale la pena arriesgarse?
Un estómago me dice que me largue y otro que me quede. No sé.  


Pasan los días y no he decidido si escaparme. Ahí está otra cuestión. No sé cómo me puedo escapar. La valla mide un metro y con mi peso es imposible saltarla. Está muy bien construida, no hay puntos débiles. Son ya demasiadas cosas contra mi huida: la valla y la incertidumbre que la sigue. Tantos puntos negativos pueden ser una señal del Dios Verde para que me quede donde estoy. 
Es verdad, ¿para qué buscar aventuras? Aquí tengo de todo y sé perfectamente lo que pasará. De esta manera puedo dormir cada noche tranquila. Sé que a la mañana siguiente encontrare comida y con quien hablar. 
No entiendo por qué me surgieron esos deseos momentáneos de exploradora. Eso no hubiera sido explorar sino arriesgarse. Una se arriesga cuando no tiene comida, está sola y lo está pasando mal. Entonces lo que puedes encontrar es muy probable que sea mejor. Pero en mi caso, no sé qué puede ir mejor. 


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