Asesinato sentimental

ASESINATO SENTIMENTAL

VIERNES 18
Cenamos en el restaurante Alghazira y en todo momento me sentí muy satisfecho con mi comportamiento. Estuve muy simpático y aunque habláramos de temas serios, le ponía la chispa precisa para hacer que su boca se alargara hacía las orejas, dibujando una sonrisa sincera y encantadora. 

El color rojo de su pintalabios incrementaba su sensualidad, pero lo que me maravillaba eran sus ojos marrones. Me doy cuenta que cuando estoy con ella me transformo en un piano: su mirada son los dedos que tocan mis teclas y crean la melodía; mis palabras. 
El tiempo pasó veloz y como ya me había anunciado al entrar, a las once de la noche debía dirigirse a la casa de sus abuelos. Cada viernes se reúnen allí hijos, nietos y primos para cenar. Ella tiene la costumbre de no faltar nunca, y hoy, que había hecho una excepción, se sentía con la obligación de pasar a saludar. En cierto modo, me sentía halagado por haberme dado preferencia. 

El paseo hacía la casa de sus parientes fue de lo más agradable por su compañía y por la cálida temperatura. Hablamos, sin saber cómo llegamos al tema, sobre las palomas de las ciudades. 
Planteábamos ideas, siempre con un tono de burla, de porqué la gran mayoría tienen las patitas deformes y dañadas. 

Me despedí con un beso en la boca en la puerta del edificio. Fue sólo un beso pero muy intenso. Al despegar nuestros labios nos miramos y supe, al instante, que se iba contenta de haber pasado una gran velada. 


MARTES 22
Ésta tarde, dirigiéndome a casa atravesé el parque de mi barrio y me pareció verla a veinte metros delante de mí. Su silueta es inconfundible. Aceleré mi caminar, incluso troté un poco. Al estar a un par de metros la llamé. Se giró, me vio y me saludó con un simple hola; todo esto sin parar su marcha. Hice un último esfuerzo para ponerme a su nivel. Caminaba muy rápido y la notaba tensa e incómoda. Su mirada enfocaba al suelo; no me miraba para nada. 
Eso no era normal en ella. Tuve que ser yo quien empezara a hablar. 

- Hoy en el trabajo ha venido un cliente hecho una moto porque el artículo que compró el otro día era defectuoso. Fue muy impertinente con Laura, pero cuando aparecí yo… su entonación cambio. Eso es de lo que hablábamos el viernes, ¿te acuerdas?
-Sí. 

Dejé medio minuto de pausa y cuando el silencio comenzó a dolerme volví a atacar. 

-¿Sabes qué? ¡Creó que Mini está embarazada! Se pasa todo el día en el sofá sin moverse, y noto que su volumen corporal va en aumento. ¡Seguro que fue ese día que dejé la ventana abierta!

Giró su cabeza, y en lugar de mirarme a los ojos y sonreír, alteró el procedimiento. Rió forzadamente, y cuando su cara volvía a ser rígida, me miró sólo un par de segundos. 

-Te noto muy tensa. ¿Te pasa algo? ¿Tienes algún problema?

-No

-Si quieres podemos ir a tomar algo y hablamos.

-No puedo. Tengo que girar a la izquierda. Adiós. Ya te llamaré. 

Se libró de mí cómo la gente que se escapa de quien intenta vender cosas por la calle. 

La he notado muy, pero que muy extraña. Se comportó como si estuviera molesta conmigo pero no hay ningún motivo posible. Me he pasado toda la tarde preocupado. ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué ha tenido un cambio tan brusco? El viernes estábamos de los más compenetrados y hoy estuvo como si fuéramos enemigos. 

Quiero llamarla pero si ha estado tan seca debe necesitar un período de tiempo para reflexionar. Ya me buscará ella cuando esté preparada, es más, ha dicho que me llamaría. 
Pero, ¿y si no me llama? 


MIÉRCOLES 23
No me ha llamado. He estado mirando el teléfono móvil cada media hora y no he recibido ninguna llamada. Empiezo a estar preocupado. Sospecho que el problema soy yo pero desconozco el porqué. Tal y como dije ayer, no la pienso llamar. Si empiezo a buscarla entonces se va a sentir acosada. Esperaré. 


VIERNES 25


Mañana: 
El teléfono móvil vibró con mucha energía; la mesa de madera intensificó el sonido. La pantalla se iluminó y puede ver la hora (las once de la mañana), su nombre y su número. La espera se había hecho larga. Ayer, gracias a Dios, al estar toda la tarde con amigos no tuve tiempo para preocuparme ni crearme paranoias. 

Contesté y su voz era seca, igual que la del otro día. Me ha dicho que fuera a su casa a las cinco de la tarde. 

Mi presentimiento es que tomaremos un café y me dirá que ya no quiere saber nada más de mí. Me muero de ganas de saber las causas, estoy muy intrigado. Ya me he concienciado que tendré que buscar otra chica y no va a ser tarea fácil; no soy tan especial para gustarle o interesarle a cualquiera. Parecía que había topado con alguien afín a mi, pero por razones inciertas, todo ha cambiado de un día para otro. No estoy triste por el hecho de que me dejará; sino que tengo una incertidumbre interior, que se transforma en miedo, por no saber cuándo volveré tener una relación amorosa. 

Tarde: 

Para distraerme y calmar los nervios me fui al mercado y compré todo tipo de verduras para hacer un wok. Freí cebollas, berenjenas, zanahorias, pimientos y otros vegetales en la sartén y, una vez hervida la pasta, junté todo. Es una manera rápida y poco elaborada de cocinar pero mientras devoraba me sentí útil por no haber comprado una salsa pre fabricada.

Acabé tan empachado que me quedé dormido en el sofá y por poco me presento tarde a su casa; fue una siesta muy placentera. 

Sólo tocar su puerta me abrió y se me lanzó encima besándome apasionadamente. Ni me saludó. Cerré la puerta como pude sin perder la concentración en ella. 

Fue un coito de lo más increíble, nunca había tenido una relación sexual tan apasionada con ella, y quizás con nadie. Tengo debilidad por las sorpresas. Iba con la idea de pasar un mal trago y salir cabizbajo, pero finalmente salí esplendoroso; me sentía el rey del mambo. No hubo palabras sino acción. Bueno, al final nos quedamos en la cama charlando de temas intrascendentes; no me atreví a preguntar por su comportamiento en los últimos días. 

Ahora que escribo esto, tengo una calma interior muy grande porque todo se ha enderezado y veo que mis inseguridades no tenían sentido. Sin embargo, parándome a pensar, aunque tampoco quiero entretenerme mucho, se tiene que admitir que su cambio de humor ha sido inesperado, positivo, pero totalmente sorprendente.


SÁBADO 26


En la ciudad hay una exposición de Chagall y hemos ido para culturizarnos un poco. A pesar de haber visto obras de este autor en revistas o en la televisión no lo conocíamos directamente, y mucho menos imaginábamos su importancia. 

Debo confesar que los museos, cuando no tienen nada valioso, me repugnan. Paralelamente, una galería con “materiales” trascendentales para la historia de este mundo, me fascina. Me puedo pasar quince minutos delante de las flores de Vincent reflexionando y analizando qué las hace tan especiales y a cuantos artistas deben haber inspirado. Por esta razón, no puedo ir a exposiciones con otras personas debido a que tienen una predisposición a quedarse muy brevemente delante de un cuadro. Con ella es diferente; es verdad que no me puedo pasar quince minutos contemplando una pintura, pero cinco sí; y eso ya me basta.


DOMINGO 27


Lo más normal sería decir que ha venido a mi casa a cenar pero creo que sería más acertado si digo que vino a bañarse. Nos hemos pasado dos horas, sin exagerar, en la bañera. Ha sido muy romántico y relajante. Qué dulce es cuando quiere; me enjabonaba y me hacía masajes. 

Cuando salimos del agua parecíamos dos ancianos con cara de jóvenes; aunque ella seguía siendo asombrosamente atractiva
Mañana empezaré la semana a rebosar de energía. Ojalá todos los domingos fueran como hoy.


LUNES 28


Cuando estaba a punto de subir al ascensor, me llamó al móvil. Según me ha explicado, le han pedido en el trabajo que fuera a Frankfurt para ocuparse de unos asuntos de la empresa. El chico que tenía que ir ha tenido un delicado contratiempo familiar y no podrá ir. Su avión salía a las 16:30 por lo que no me ha dado tiempo de ir a despedirme. No volverá hasta el viernes en la noche. 

Esto me ha fastidiado el resto del día. Justamente quería estrechar más nuestra relación y hacer el intento de verla cada día o, como mucho, cada dos. Parece mentira; a la que empiezo a planear las cosas o hacerme expectativas, éstas se tuercen por una razón u otra. Tengo muy mala suerte. 

Ahora no me queda nada más que esperar; durante cinco días no tendré a nadie que me enjabone. 


JUEVES 31


En el autobús se sentó a mi lado un señor mayor, de unos 60 años que, al parecer, no se había duchado. No era un olor de suciedad sino a sudor, debido a la ola de calor que estaba de visita. 
Mi olfato es muy fino y lo maldecí durante casi todo el trayecto. No entiendo cómo no se daba cuenta. Si un día noto que mi olor corporal no es el adecuado, con una simple ducha y a veces, con el uso del desodorante, soluciono el problema. 

Como iba diciendo, no sabía si cambiarme de sitio. Busqué, pero quedaban pocos asientos libres y también me parecía una falta de respeto hacía el señor. 

En el proceso de búsqueda vi, a través de la ventana, en la boca de un metro, una chica con el cabello castaño, peinada con una coleta que le llegaba a media espalda, con unos pantalones tejanos muy gastados y, aunque solo fue por milisegundos, con una piel muy blanca. Todo pasó como un relámpago porque desapareció por las escaleras que bajaban al subsuelo. Me olvidé del punzante olor, de mi preocupación por encontrar otro sitio, de toda la gente de mí alrededor, e incluso de que viajaba en autobús. No podía ser. Esa chica era ella; cumplía a pie de la letra todas las características. 

Imposible, ella estaba en Frankfurt. ¿Serían los gases lacrimógenos del anciano lo que me había intoxicado y me creaban alucinaciones? Esa coleta de color castaño tan familiar y tan bien hecha me dejó KO. ¡Por Dios! ¡No es posible! 

Lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido llamarla. Se escuchaba ruido de tráfico de fondo. Ella estaba tranquila y yo intenté imitarla. No quise ser directo y no le expliqué mi preocupación. Formulando distintas preguntas y encaminando la conversación, me aseguró que estaba en Frankfurt y que su vuelo llegaba a las 20:35, el viernes. 

Al colgar abrí el portátil y buqué todos los vuelos programados para esta semana y, efectivamente, mañana aterrizaba un avión proveniente de Frankfurt, a las 20:35. 
Pude dormir respirando, está vez, la fragancia dulce y fresca de mi habitación.  


VIENRES 01


La he llamado diciéndole que la iría a buscar al aeropuerto ahora que sabía la hora de aterrizaje. Su entonación cambio tajantemente. Me dijo que no, que debía reunirse con el jefe para tratar los asuntos de su viaje. Sinceramente, tampoco trabaja en una multinacional tan grande para que no puedan esperar hasta el lunes. Me pareció una excusa muy poco creíble. ¿Por qué me estaba mintiendo?

Me dijo que el sábado dormiría durante toda la mañana porque estaba agotada, y ya vendría a mi casa en la tarde. 

Se me olvidó preguntarle si hoy iría también a su cena familiar…


SÁBADO 02


Como me había dicho, me vino a buscar a casa en la tarde. He intentado esconder mi enfado, pero ha sido en vano. Se va una semana avisándome un par de horas antes de partir, y al regresar me dice que tiene que reunirse con el jefe a las 9 de la noche. ¡Anda ya! ¿A quién pretende engañar está puta?

Estuvimos una hora y yo casi no hablé. Me limitaba a mover la cabeza y contestar sin abrir mucho la boca. Quería que se fuera y me dejara solo. 

Hacía ver como si no entendiera las causas de mi enfado. Parecía una niña tonta de primaria preguntándole al profesor cosas de las cuales ya sabe la respuesta. Un profesor, con la paciencia agotada, hubiera reaccionado con un castigo; pues yo reaccione con unos gritos: 

-¿TU TE HAS CREÍDO QUE SOY TONTO O QUÉ? ¿CRES QUE SOY UN MUÑECO PARA HACER LO QUE TE DE LA GANA? ¿CREES QUE SOY UN PLATO DE ACOMPAÑAMIENTO?-- Respiré profundamente recobrando aliento. ÁNDATE CON TU JEFECITO AHORA PARA PONER TODO AL DÍA. 

Sin contestar nada se fue haciéndose la indignada. Huy, si, qué penita que me dio. Eso sí, antes de que cerrara la puerta le grité, en un tono no tan agresivo: 

-La próxima vez que vayas a Frankfurt, procura que no te vea por esta ciudad. 


DOMINGO 03


Estoy harto de las mujeres, y especialmente de esta mal nacida. Me está volviendo loco, cada día me sale con un problema diferente. Son más los días que me paso angustiado que los que me voy a dormir en son de paz. A esta chica la voy a llamar la ruleta, nunca sabes con qué te va a salir. Cuando apuestas por los rojos te sale el negro y cuando apuestas por el negro te sale el cero. Eso sí, cuando adivinas el color, descubres el significado de la palabra utilidad que tanto emplean los economistas. 

Lo que me cuestiono es si esta relación me aporta más sufrimiento que felicidad. ¿Vale la pena continuarla? Veremos cómo evoluciona, no quiero precipitarme. La otra vía sería comportarme como un ser racional y analizar la situación al detalle. Ella está jugando conmigo, ella me utiliza; de este modo, en lugar de hacerme el mártir, yo también puedo jugar el mismo juego, manipularla para obtener algún tipo de ganancia, en mi caso, pura satisfacción carnal. 

Como he ido anotando, me hacía ilusión tener una relación seria, pero muchas veces las cosas no salen como se planean y se debe improvisar. Veremos cómo lo hago. 


MARTES 05


Según tengo entendido, suele salir del trabajo a las siete. Dejando un margen de precaución por si tenía que ir al despacho del jefe a buscar un aumento de sueldo, me presenté en su casa a las 8 de la noche con una bandeja de sushis que compré en un buen restaurante de la ciudad. 

Me gusta quedar bien con la gente, y aunque me estaba haciendo el duro los últimos días, tengo que aceptar que me arrepiento de haberle gritado y no haberme controlado. Ha sido ella la maldita; no quiero que se intercambien los roles. Maldito sólo hay uno.

Le expliqué las causas de mis nervios reflejados en mi última frase del otro día. Primero estaba seria pero fue aceptando las disculpas poco a poco. Aseguró que estaba en Frankfurt, y que no me hiciera esas paranoias. ¿Para qué te voy a engañar si me gustas tanto?—me dijo. 
 
Esta última pregunta retórica me sirvió de demostración que había conseguido lo que quería. 
La desvestí y tal como dije ayer, mis deseos sexuales se quedaron en su piso. Después de ponerme los pantalones cogí tres sushis del paquete aún envuelto, me despedí y me fui. Qué buenos estaban los sushis, espero que se los terminara para cenar. 
Le dije que no podía quedarme a comer los sushis porque tenía una cita con José Luis para ir a cenar. No sé si se percató que el juego había empezado. 


MIERCOLES 13


Nos hemos visto bastante a lo largo de esta semana; voy a su casa y me la tiro o ella viene a la mía para realizar la misma acción. No busco nada más. Antes salíamos a comer a buenos restaurantes o a pasear, ahora como mucho vamos a comer algún menú barato en un bar. No tengo ningún interés de hablar con ella ni que esté contenta; sólo la utilizo para atenuar mi lujuria. Intento mantener un poco las costumbres por el simple hecho de que mi juego consiste en que ella no se percate que la manipulo. 
 
Lo sorprendente es que no me haya salido con ninguna tontería como las de antes; es más, sus humores son estables. 


VIERNES 15


Cómo son las circunstancias de la vida; hace dos días remarcaba el hecho de que se estaba comportando como una niña mayor, no hacía pataletas ni salía con extravagancias. Pues mucho estaba durando la alegría, ya me extrañaba a mí. 
Compramos unos sándwiches en un supermercado, un par de gaseosas, y nos sentamos en un banco del parque Golden a cenar. Ella remarcaba la bonita puesta del sol y el anaranjado color de las nubes. Yo estaba concentrado en no comer mucho; no me gusta tener relaciones sexuales con el estómago lleno. 

Cuando ambos habíamos finalizado nuestra cena campestre, me agarró la mano y me preguntó dulcemente si no quería estrechar más nuestra relación. Implícitamente me estaba pidiendo que nos fuéramos a vivir juntos, lo supe de antemano; pude olfatear sus intenciones. 
Traté de irme por las ramas; no por las ramas de los árboles del parque, sino por las ramas de su proposición, haciéndome el tonto. Siguió intentándolo mediante todo tipo de insinuaciones hasta que se rindió; no le quedó más remedio que ser explícita. Todo ese tiempo me sirvió para pensarme una respuesta. 

Los dos tenemos un contrato a cumplir con nuestros correspondientes pisos y sus propietarios. Iremos a hablar con ellos y, según las facilidades que nos den, decidiremos cual será nuestra vivienda. 

¿Qué busqué con esta respuesta? Intenté crear un clima complejo y a mi favor. Procuré mostrarle la dificultad de su oferta por razones ajenas a mí, es decir, como si yo le hubiera dado mi visto bueno pero dependíamos de otras personas. Fue una manera de quitarme responsabilidades de encima, ella se quedaría con la idea de un “Si” de mi parte, pero con un “vamos a ver” por parte de otros factores extra radiales. De este modo me garanticé el coito que había estado planeando durante mi ligera cena. 


DOMINGO 17


Cuando buscaba una relación seria con esta chica, me surgían todo tipo de obstáculos por su parte; salía con contratiempos que eran sinónimos de no podemos tener una relación formal. 
Al final, creyendo haber descifrado sus intenciones, decidí llevar una relación informal al pie de la letra. Y en ese momento, ella me plantea una relación seria. 

Lo más importante en esta vida es la salud, y en este caso mi salud mental se estaba viendo afectada. Así que quiero poner fin a nuestra historia amorosa. Han sido unos meses extraños, locos y, de vez en cuando, agradables. No me apetece estrechar la relación, he visto que es un ser un tanto peculiar y no creo que duráramos mucho tiempo viviendo juntos. Así mismo, mi adoración por ella ha decrecido considerablemente; antes la veía como la mujer de mi vida, pero desde que se ha convertido en mi muñeca inflable, no le tengo ningún aprecio. Yo seguiría con ella de manera informal pero mi experiencia me dice que cuando cada persona busca un tipo de noviazgo diferente, no se llega nunca a un acuerdo, y de este modo, la relación se rompe por completo. 

En fin, lo nuestro no tiene continuidad bajo ningún estado de la naturaleza. La única cuestión es cómo ponerle fin y de qué manera; en eso me he centrado este fin de semana. La opción de hablar con los propietarios de nuestros respectivos pisos para que nos pusiesen obstáculos en la ruptura del contrato, me pareció una operación demasiado costosa y difícil; se tenían que tener en cuenta muchos detalles. En cambio, desde mi punto de vista, la vía más directa y económica sería hablar directamente con ella, y dejarle las cosas claras. Sí, esa sería la opción de un ser racional, pero recordemos que estoy herido, y cuando alguien está dolido busca la venganza; quiero que sufra, al menos una cuarta parte de los que me ha hecho sufrir a mí. Por esta razón mañana desarrollaré y planificaré el asesinato. 


LUNES 18
Hay muchos tipos de torturas que podría aplicar; todas esas prácticas serían extremadamente dolorosas para ella y totalmente gratificantes para mí. Ayer en la noche empecé a pensar en diferentes tipos de opciones pero ha sido esta mañana, al despertarme, cuando me ha surgido el plan estrella, el plan ideal, el plan que llevaré a cabo. No sé si lo soñé o si durmiendo el propósito maduro, pero al despertarme ya sabía qué hacer. De este modo, me pasé todo el día en el trabajo dándole vueltas al fraudulento proyecto; añadiendo detalles o quitando características; mirando de perfeccionarlo. 

Al concluir la jornada laboral me dirigí a una tienda de lencería femenina que conocía. Una vez en el local busqué y compré el tanga que, según mi imaginación, llevaría una prostituta o una chica ligera de gustos. No quise que lo envolvieran de regalo, no tenía sentido. Al llegar a casa, puse mi compra en mi mesita de noche y me dirigí a mi butaca donde prendí un puro; todo esto con la voz de Edita Gruberová de fondo. No fumo casi nunca, no obstante hoy quería disfrutar del momento y repasar mi plan paso a paso. Los procedimientos a seguir eran pocos y simples, pero tenían que ser precisos. 

El teléfono móvil lo tenía al lado, tarde o temprano me llamaría, y así fue. Le dije que me sentía afiebrado y que mejor que hoy no nos viéramos. Le aseguré que mañana estaría en plenas condiciones y podía pasarse por casa después de cenar. 


MARTES 19
Qué impaciente que soy, no me he podido concentrar en nada durante el día. Tenía una ansiedad dentro de mi cuerpo, quería que fuera de noche para ponerme manos a las obra. 
En casa, después del trabajo, lo primero que hice fue prender el equipo de música. Ayer me apeteció ópera, ahora quería música más animada, algo que me hiciera bailar mientras preparaba la escenografía. Así que con la ayuda de Burce Springsteen me dediqué a ejecutar mi tarea. El tanga seguía en la mesa de noche. Bailando al son de la música lo cogí, lo estiré y lo arrugué. Estuve a punto de ponérmelo pero me pareció que eso sería romper con la seriedad que me caracteriza; no tenía que dejarme dominar por la alegría. 

Me agaché y coloqué el tanga debajo de la cama; en un sitio que sólo se podía ver si te agachabas. Estuve media hora moviéndome alrededor de la habitación para comprobar que su posición fuera le exacta. Sí, esta ha sido toda la preparación que necesitaba, el resto consistía en mi improvisación, en que los nervios del momento, al estar delante de ella, no me hicieran cometer imprecisiones. 

Tratando de calmar mis nervios, me senté delante la televisión, a ver una película. Faltaban 10 minutos para que terminara cuando ella llegó; así que se puso a mi lado para ver el dramático final. Los dos habíamos cenado por separado, de modo que, al acabar la película empezó a besarme y a quitarme la camiseta; sin que fueran sus actos muy coherentes con el desenlace que habíamos visto en la película. Acepté esté primer paso y la dirigí hacía el dormitorio. Era consciente que sería la última vez que la vería desnuda, la última vez que la tocaría, la última vez qué… 

Ella estaba de pie y la desvestí, agachado y arrodillándome, dando vueltas alrededor de su cuerpo, completándola. Cuando ya estaba en calzón y tenía su sujetador en mi poder, dejé que se posicionara en la cama. Antes de tirarme encima de ella deje caer el sostén al suelo, dándole una discreta patada para que se metiera debajo de la cama. 

A continuación saboreé cada bocado como el niño que se come una piruleta por primera vez. No sé cuándo volveré a acostarme con una mujer, puede ser que dentro de una semana, o en el peor de los casos, dentro de unos años. Así que desee hacerlo todo a consciencia y con plena concentración, guardando cada detalle en mi cerebro para así recordarlo las siguientes noches de soledad. 

A las once de la noche estábamos exhaustos, tendidos en la cama, en silencio. Su brazo me abrazaba por el pecho y yo la acariciaba, notando su fina piel, tanto en las palmas de sus manos como en sus brazos. 

No sé de dónde sacó las fuerzas, que yo había consumido, para anunciar su retirada. Antes que se levantará, me dirigí al baño y cerré la puerta con llave. En lugar de sentarme en el wáter pegué la oreja contra la puerta, mientras ella, supuestamente, se vestía. Entonces escuché que decía: 

-¿¡¿¡¿¡¿Dónde está mi sujetador!?!??!?!—era una pregunta que se hacía a ella misma, sin esperar necesariamente una respuesta mía.

A partir de allí solo hubo un prolongado silencio, el ruido de unos pasos y el sonido del cierre de la puerta principal. 

Salí del baño. 

Tirado en medio del revoltijo de sábanas blancas había el tanga rojo que había comprado ayer. 


MIÉRCOLES 20
Tardé mucho en dormirme anoche y hoy en la mañana le seguía dando vueltas a mis preocupaciones y preguntas. ¿He sido demasiado cruel? Cualquier final es difícil, así que puestos a hacer, cuanto peor para ella, mejor para mí. En otras palabras, estaba harto de ella y del trato que había recibido; quiero que sienta el sufrimiento que me ha corroído en más de una ocasión por su culpa. Sin embargo, hay que tener presente que es una chica y nunca se sabe con qué te puede salir; no he tenido ninguna señal de que lo nuestro haya finalizado, y eso me preocupa. He empezado a angustiarme por las posibilidades que me salga con alguna sorpresa. No me extrañaría que ahora dijera que encontrar un tanga debajo de la cama le causo un inmenso dolor, pero que gracias a eso se ha dado cuenta de cuánto me quiere. Por lo tanto, no doy nada por terminado, aún existe el riesgo que se empeñe en otorgarme una segunda oportunidad. 

Por suerte, la incertidumbre no duro mucho. En la tarde, cuando menos me lo esperaba, recibí este mensaje en el móvil: No quiero saber nada más de ti. Así, de esta manera, quedé tranquilo, feliz y con la idea de ser un buen ejecutor de planes. Mi objetivo se había cumplido. 


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