Liverpool es una ciudad portaría y guardo muy buen recuerdo de los días que pasé allí.
La semana pasada visité durante dos días y una noche Hamburgo y, a diferencia de Liverpool, consta de unas dimensiones y de una burguesía económica palpable a través de sus sorprendentes edificios. Por algo es el segundo puerto más importante de Europa.
Para disfrutar al máximo de mi estancia en Hamburgo, decidí moverme por los mismos ambientes que en la ciudad inglesa. De este modo, en mi única noche, me dirigí al casco viejo del puerto en busca de los dos frutos de la eterna juventud: sustancias químicas y mujeres públicas.
Inspeccioné y caminé por las callejuelas hasta que la búsqueda se vio interrumpida por una energía muy fuerte y poco habitual. Detrás mío venían caminado un hechicero que llevaba un sombrero soviético y un bastón con cuervos, una mujer rastafari que detrás de sus rastas escondía una hermosa cara y un joven turista con los brazos hervidos en tatuajes.
Otra persona habría cambiado de acera, pero yo soy muy confiado y nada temeroso. Así que les pregunté, como si les conociera de toda la vida, por algún sitio para trasportarme a otros planetas. Fue ahí cuando el anciano me invitó a unirme a ellos para ir a un lugar llamado The Univers, sitio donde encontraría lo que andaba buscando.