Alemania - Hamburgo

Hamburgo

Liverpool es una ciudad portaría y guardo muy buen recuerdo de los días que pasé allí. 

 La semana pasada visité durante dos días y una noche Hamburgo y, a diferencia de Liverpool, consta de unas dimensiones y de una burguesía económica palpable a través de sus sorprendentes edificios. Por algo es el segundo puerto más importante de Europa. 

 Para disfrutar al máximo de mi estancia en Hamburgo, decidí moverme por los mismos ambientes que en la ciudad inglesa. De este modo, en mi única noche, me dirigí al casco viejo del puerto en busca de los dos frutos de la eterna juventud: sustancias químicas y mujeres públicas. 
 


Inspeccioné y caminé por las callejuelas hasta que la búsqueda se vio interrumpida por una energía muy fuerte y poco habitual. Detrás mío venían caminado un hechicero que llevaba un sombrero soviético y un bastón con cuervos, una mujer rastafari que detrás de sus rastas escondía una hermosa cara y un joven turista con los brazos hervidos en tatuajes.  

Otra persona habría cambiado de acera, pero yo soy muy confiado y nada temeroso. Así que les pregunté, como si les conociera de toda la vida, por algún sitio para trasportarme a otros planetas. Fue ahí cuando el anciano me invitó a unirme a ellos para ir a un lugar llamado The Univers, sitio donde encontraría lo que andaba buscando.  

Una vez complementada la expedición con mi inclusión en el peculiar grupo, los ojos alemanes se clavaban en nosotros, como espinas, a medida que caminábamos por las calles; éramos un grupo de cuatro personas cada uno con un estilo diferente – yo vestía con camisa y gabardina, muy elegante en comparación a ellos. 
El hechicero nos llevó por los suburbios de la ciudad, hasta llegar a una tenebrosa casa abandonada. Nos indicó que The Univers se encontraba allí. 
Hasta ese momento todo me lo había tomado como una aventura, pero ese lugar me pareció un poco sospechable. No obstante, no me quedó más remedio que entrar detrás de ellos, en fila india; no quería ser el miedoso del grupo. 
Para mi sorpresa el hechicero ni nos mató ni nos convirtió en animales. The Univers era una discoteca con música psicodélica. 
Bailamos y al cabo de un rato nos acomodamos en los sofás de una habitación opuesta a la pista de baile. Fue como entrar en el interior de una nuve. Allí, el anciano, en una butaca, empezó a mezclar tabaco con una materia de la que no pude distinguir el color. Y después el cigarrillo empezó a ciurcular por los allí presentes. 
Cuando éste llego a mí, lo sujeté con mis dedos y reflexioné unos segundos. Estaba tomando un medicamento muy fuerte para el acné y el doctor me tenía prohibidísimo tomar alcohol durante el tratamiento. El hígado me podía quedar dañado para el resto de la vida. Pero como no dijo nada respecto a las drogas, pusé el cigarrillo entre mis labios. Los parpados me empezaron a pesar, la música de la discoteca de deslizó a un segundo plano y yo en sí era un ser lleno de relajación y tranquilidad. 
Cuando volví a abrir los ojos, al menos de manera conscinete, me encontraba sentado en un banco del barrio de Sant Pauli, viendo pasar a las personas vestidas para ir a trabajar. 
Lo que había pasado o había dejado de pasar durante la noche era una incógnita. Lo único que encontré fue un preservativo usado en el bolsillo interior de mi abrigo. 
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